martes, 14 de mayo de 2024

Así se dieron las cosas.


Ella me cuenta que, de pequeña, vivió en un hotel de un pueblo pequeño, en Checoslovaquia.

Vivió ahí junto a su madre y dos de sus hermanas, durante aproximadamente cuatro años.

El hotel era pequeño, por supuesto, y ella no recuerda que en el viviera nadie más.

No de manera fija, al menos, solo gente de paso.

Al parecer, esa gente paraba ahí de camino a visitar la mansión de un músico que había vivido en los alrededores.

Un compositor clásico de importancia, cuyo nombre ella no recuerda.

Cada mes la madre recibía dinero en un sobre, que servía para pagar el hotel y comprar unas pocas cosas.

Nunca supo quien enviaba el dinero.

Tampoco nunca se le ocurrió preguntarlo.

Sus hermanas, que eran mayores, se fueron con el tiempo a Praga, a estudiar mientras vivían en casa de una tía.

Eso fue durante el último de los cuatro años que vivió en el lugar.

Por entonces, su madre había comenzado a salir con el dueño de un molino, y no siempre volvía a dormir al hotel.

Tal vez por eso, tras recibir el sobre con dinero cuando estaba sola, decidió irse del lugar sin decirle nada a nadie.

Tomó un pequeño tren a Praga y desde ahí salió al extranjero, sin volver nunca a tener contacto con su familia.

No es que tuviese odio ni guardase rencor hacia ellas, me dice, pero así se dieron las cosas.

Ahora, por cierto, ya no existen ni el hotel, ni el pueblo, ni Checoslovaquia.

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