sábado, 27 de enero de 2024

Viudas.


Hace calor.

Es verano.

Estaré en casa todo el día.

Con el aire acondicionado encendido veo películas mexicanas.

Cuatro películas y un mediometraje, para ser exacto.

Llevé un cuaderno para tomar notas, pero al final no tomé ninguna.

Solo observo -sin anotar-, que en todas ellas había una viuda.

Las películas son de distintas épocas y prácticamente no tienen nada en común.

Salvo que tienen una viuda.

En dos de las películas la viuda es un personaje menor, ni siquiera tiene nombre.

En otra, es la protagonista.

Son personajes trágicos, en general.

Aun así, la única con la que empatizo es una viuda cuyo esposo se suicidó sin dar explicaciones.

Deja todo pagado, se deshace del perro y hasta ordena las frutas en la cocina antes de darse muerte.

Todo impecable salvo el muerto, digamos.

Entre película y película, por cierto, me preparo cosas de comer.

Unas empanaditas de queso, una pizza pequeña, un par de frutas picadas con leche evaporada.

También bebo jugo de melón y una cerveza, para combatir el calor.

Cuando termina la última película ya es de noche.

Lo descubro cuando apago el aire acondicionado y observo la luna, por la ventana.

Tomo el celular y observo que tengo llamadas perdidas.

Ni siquiera miro de quién son.

Seguramente viudas con las que no empatizo, me digo.

Luego de eso me ducho.

Después, salgo a caminar un rato, en medio la noche.

Siempre camino hasta que escribo una frase en un papel.

Luego regreso.

El día está tan muerto que no puede morir más, escribo en el papel.

Es una frase vacía, por supuesto, pero me sirve al menos para volver a casa.

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