viernes, 5 de enero de 2024

Nadie. Ni yo.


I.

Nadie. Ni yo.

Se lo dije así, directamente.

Sí. Así lo preferí.

Al principio no entendió ni mierda, pero supongo que a esta altura ya lo habrá hecho.

No me consta, por supuesto, pero es algo que debía ocurrir.

Como un ciclo natural, más o menos.

Así funciona, me refiero.

Yo solo apresuré las primeras etapas.

Una o dos, a lo más.

No es tan terrible, si lo piensas.

Después de todo, no importa lo que pase:

Estamos -como siempre-, a la misma distancia de la muerte.

Puedes calcularlo, si quieres, pero te aseguro que es cierto.

Es más: ninguno de los dos ha llorado, desde entonces.

Te juro que es cierto.

Y de eso, ya hace al menos siete años.


II.

Perdió una pierna y un brazo en el último accidente.

En ese que ocurrió, justamente, hace siete años.

Yo fui el encargado de subirle el ánimo, luego de aquello.

Fracasé, por supuesto.

No sé por qué alguien pensó que podía lograrlo.

Ahora, lleva una prótesis para reemplazar la pierna perdida, pero no ha querido reemplazar el brazo.

Y no es que no lo necesite.

De hecho, cuando le preguntan, dice que prefiere necesitarlo.

Igual no se entienden bien sus razones, cuando las explica.

Es un poco como yo, en ese aspecto.

Igual de confusa y evasiva, me refiero, tras una primera mirada.

Se lo dije hace unos días y ella alegó que yo era igual, y fue entonces que hicimos comparaciones y entonces me exigió que no lo disfrazara más, y que lo planteara así, sin adornos, para demostrarle que era cierto.

Y eso hice.

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