martes, 9 de enero de 2024

Un noema en vez de un poema.


En vez de escribir un poema intenté esa vez hacer un noema.

No me resultó, por supuesto, pero al menos lo intenté.

Diría esto con orgullo, pero lo cierto es que hay algo más.

Algo más que frena el orgullo y hasta cierto punto lo mancilla.

Y es que el poema que no escribí por intentar el noema, me reclamaba desde dentro por no salir.

No decía que hubiese sido magistral ni que tenía fuerza suficiente como para haber cambiado al mundo, pero reclamaba sin vergüenza su derecho a existir.

Lo hacía con una voz desagradable, como de pito, pero el desagrado del tono se compensaba con la honestidad que iluminaba su reclamo.

Lo escuché atento, pero lo cierto es que ya nada se podía hacer por él.

Así se lo hice saber, cuando sentí que su voz ya expiraba.

Incluso me demoré explicándole qué era lo que había ocurrido.

Es decir, diciéndole que lo había dejado a un lado, para darle espacio a un noema.

Un noema que no terminó siendo, por cierto.

-¡Claro que no, ahueonao! -me gritó desde algún sitio el poema-. Ni noesis ni noema… ¡no estás tú para estas cosas!

Luego de esto, seguí oyendo un pequeño murmullo, pero lo cierto es que no distinguía ya sus palabras.

Por lo mismo, lo dejé seguir así, hasta que desapareció por completo.

-¡Ni ahí con voz, poema culiao…! -le dije finalmente, para zanjar el asunto.

Algo me respondió, por supuesto, pero no recuerdo qué.

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