lunes, 8 de enero de 2024

Círculos de tiza.


Círculos de tiza.

Cientos de círculos de tiza.

No perfectos, es cierto, pero nadie lo es.

Ocurrió hace varios años.

Comencé a hacerlos sin saber por qué.

Cientos de círculos de tiza.

Unos sobre otros, incluso, cuando el espacio faltó.

El proceso era simple.

Desde una caja yo sacaba las tizas.

Luego, simplemente, hacía los círculos.

Los círculos, por cierto, no sé de dónde los sacaba.

Cientos de círculos de tiza.

No perfectos, es cierto, pero nadie lo es.

Ocultaban un diseño, que no intenté explicar a nadie.

Ocurrió hace varios años.

De distintos tamaños eran los círculos.

Los dibujaba en el suelo y en las paredes.

Uno de los del suelo resultó ser lo suficientemente grande como para caber en él.

En un par de ocasiones, de hecho, llegué a dormir al interior de aquel círculo.

Sin pasarme de los bordes, me refiero.

Parece algo difícil de hacer, pero en el fondo no lo es tanto.

Es como estar en un pozo, simplemente, aunque este solo exista (ahora) en dos dimensiones.

Además, el pozo plano en el que uno se encontraba estaba rodeado también de otros pozos.

Cientos de ellos, ciertamente.

Cientos de círculos de tiza, más bien, que yo mismo había hecho.

Unos sobre otros, incluso, cuando el espacio faltó.

Círculos de tiza, decía.

Unos sobre otros, incluso, cuando el espacio faltó.

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