jueves, 11 de enero de 2024

Lo que percibo.


Bostezo.

Se me humedecen los ojos.

Tengo una leve picazón en la espalda.

Una gota de sudor.

El calor ambiente o uno mismo, tal vez.

El calor de uno mismo.

Mi frente también está cálida.

O al menos la percibo cálida.

Algo de fiebre, tal vez.

Con el bostezo, además, me picó un poco la garganta.

¿Picazón, dije?

Más bien una ligera irritación, como si en vez de haber bostezado hubiese tosido.

Pero no he tosido.

Tal vez tenga la garganta irritada.

Respiro sin dificultad.

O casi, si estoy atento.

Siempre uno percibe algo más cuando está atento.

¿Qué descubro?

Que hay un momento en que mantener el aire dentro y desplazarlo me ahoga un poco.

Eso y el picor y la gota de sudor y la humedad en los ojos.

Todo suma, me refiero.

Pienso en otra cosa.

Me descubro pensando en otra cosa.

No sé bien en qué, pero sé que estoy pensando, en el fondo, en algo más.

¿Desvarío?

Otra gota de sudor.

En realidad, varias de ellas asomándose desde mis poros.

No la expulso, percibo, es agua que huye de mí.

Que se escapa de mi piel, digamos.

Tal vez le desagrada el picor, la temperatura.

¿Es el comienzo de una pequeña gripe?

Ojalá y no sea amigdalitis, me digo.

Igual el picor de la garganta está más abajo.

Viene desde más adentro, me refiero.

Desde más adentro de uno mismo.

¡Qué torpeza…!

Ni siquiera estoy hablando bien.

Hay un ruido.

Personas que hablan demasiado alto al pasar por la calle.

Entre aquello que decían reconocí la palabra “cáncer”.

También escuché a un perro ladrar.

Así, finalmente, vuelvo a bostezar.

Tras esto, se me humedecen los ojos, y hasta arden.

Busco algo, entonces, para eliminar el ardor.

Y para que el bostezo, pienso yo, no se transforme en grito.

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