martes, 23 de enero de 2024

Una hoja de papel.


Soñé que una chica se acercaba y me pasaba una hoja de papel.

Estábamos cerca de un lago, en el sueño, bajo un cielo nublado, en relativa oscuridad.

La hoja de papel que me entregaba era blanca, rectangular, común.

Como una hoja blanca tamaño carta, supongo.

Tras mirarla de cerca observé que venía con dobleces hechos.

Como no sabía si debía o no doblarlos se lo pregunté a la chica.

Ella no me respondió.

Simplemente levantó sus hombros, indicándome que no sabía.

Volví entonces a mirar el papel.

Poco después hice el primer doblez.

Luego el segundo.

Después del décimo terminó de armarse la figura.

Era mi rostro, en papel.

No es que se pareciera a mí, pero en el sueño supe que ese era mi rostro.

Y observarlo, entonces, era una experiencia similar a verse en un espejo.

El rostro de papel, sin embargo, no repetía mis expresiones.

De hecho, reflejaba expresiones que en un principio no reconocí.

Luego, sin embargo, a fuerza de mirarlo, fui descubriendo cada una de ellas.

Eran expresiones nuevas, producidas por sensaciones que también estaba descubriendo.

Tan concentrado estaba que me había olvidado de la chica que me había entregado el papel.

Cuando la observé nuevamente vi que se estaba desdoblando a sí misma.

Desdoblándose como un papel, me refiero.

Verla así me apenó, por cierto, pues creí percibir que desarmaba sus dobleces con cierta amargura.

Cuando terminó, la observé bajo su nueva forma y comprendí de inmediato que era incapaz de rehacerla.

-Disculpa -le dije, pero mi voz no sonó.

Mientras le hablaba, pasaba mi mano por la superficie de la hoja que ahora era.

Justo entonces, una pequeña luz pareció reflejarse en el lago.

Intenté observarla, pero como no podía, desperté.

Estaba amaneciendo.

Hubiese llorado un poquito, pero no sabía por qué.

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