domingo, 21 de enero de 2024

Reimos porque sí, me dijo.


I.

-Reímos porque sí -me dijo-, no le des más vueltas.

-No le doy -le dije.

Ella me miró, algo molesta.

-Cuando lloramos es por algo -siguió-, ahí sí se vale preguntar.

-De acuerdo -acepté-. Tomo nota.


II.

Pasó el tiempo.

A pesar del diálogo anterior les adelanto que no cumplió.

Es decir: yo pregunté y no me dijo.

Hay una historia extensa, por supuesto, entre ambos extremos, pero solo me interesa señalar su poca consecuencia.

Lloró y no me dijo por qué.

Luego dejé de verla.


III.

Los que la volvieron a ver dijeron que estaba muy cambiada.

Tanto físicamente como en su manera de actuar.

-Parecía otra persona, -me dijeron.

-Tal vez lo era -dije yo.

Lo dije por decir, por supuesto.

Incluso de haberla visto no hubiese podido compararla.


IV.

Me dieron detalles, aunque no los pedí.

Por ejemplo, me explicaron su nueva forma de vestir.

Su nueva forma de andar.

Y hasta sus nuevos gestos.

-Todo en ella era un poco tibio, -me dijeron.

Pensé un poco en lo que señalaron.

Dije que no entendía.

-Se mantenía entre los márgenes -explicaron.

Como seguía sin entender prefirieron decírmelo directamente.

-No reía ni lloraba -resumieron.

Ahí sí entendí.

Supongo que lo hacía para no tener que dar explicaciones, pensé.

Luego les pedí cambiar de tema.

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