miércoles, 24 de enero de 2024

Secuencias.


Secuencias.

Sin patrones.

Solo secuencias.

Hileras de.

Filas, digamos.

Ni siquiera en contacto.

Cerca, pero no en contacto.

En una línea ilusoria, esta vez.

Así las ordenas.

Así las ordenamos.

A veces hasta sin vínculos.

Miles y millones de líneas.

Como esas de tiempo que hacías en la escuela.

Como esas solo que acá no hay tiempo.

O no es preponderante, más bien.

Líneas ficticias por supuesto pues no hay un continuo.

Solo secuencias.

Como el concepto erróneo de línea segmentada.

Cosas tras otras cosas.

Y hechos, por supuesto, pero no tan así.

No tan como suenan, dentro de la palabra.

Y es que al ser parte de la secuencia los despojas, un poco.

Sin patrones, aunque el despojo los hermana.

Luego ves desde lo alto y aprecias que nada coincide.

Que ninguna secuencia es igual, me refiero.

Que miles de líneas coexisten y se intersecan en ocasiones.

Y claro, también observas que hay lugares en que ya ni parecen líneas.

Así y todo, no importa.

No importa porque seguimos ordenando de esa forma.

No tenemos otra.

O no la conocemos.

Así, lo único que queda es la secuencia esa para intentar construir el relato.

El relato que es uno en cada caso, por supuesto.

Y es extraño, pero ¿acaso sabes de qué trata?

De qué trata el relato que te cuentas a ti mismo, me refiero.

...

Puedes no contestar, por supuesto.

Pero piénsalo un poquito, al menos.

Ya sabes.

Puede ser que no lo sepas.

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