martes, 2 de enero de 2024

Artificial.


Veo un documental sobre la inteligencia artificial.

Estoy obligado a verlo, por cierto, pues debo escribir una reseña sobre la directora.

Sobre su mirada sobre ciertos temas.

Sobre su enfoque, digamos, y sus posibles propuestas.

O eso fue, al menos, lo que me encargaron.

Lamentablemente, tras terminar el documental y luego de haber visto sus otras cuatro obras, llego a la conclusión de que la directora en cuestión no tiene propuesta alguna.

Ni siquiera una mirada propia, le digo a quien me hizo el encargo.

Entonces, me dicen que mejor le pasarán ese trabajo a alguien más, y me piden que aproveche el tiempo y escriba algo sobre la inteligencia artificial.

Me recomiendan para esto leer un par de artículos y cruzarlos con lo expuesto en el documental, para justificar su publicación.

Esa misma tarde leo los artículos.

También profundizo sobre otros aspectos relacionados con el tema e intento escribir un texto breve sobre aquello.

No obstante, a los dos días, renuncio a esta posibilidad.

-Tampoco puedo escribir sobre aquello -le dije al editor que me hizo el encargo-. Mejor dejémoslo así.

-¿Por qué? -me preguntó- ¿Cuál es el problema con escribir sobre la inteligencia artificial?

-No es un problema -le dije-. Es solo que escribir sobre el tema me resulta molesto, forzado…

-¿Forzado?

-Quiero decir que toda inteligencia me parece artificial -intento explicar-. Sucia y artificial. Fallida y artificial. Una especie de construcción fallida… una estructura sin un objetivo claro…

-¿Tampoco quieres que te reasigne a otro tema, cierto? -pregunta, interrumpiéndome.

-Eh… pues no, tampoco -confieso.

Nos quedamos en silencio.

Sentía que el editor estaba molesto. Yo estaba más bien incómodo.

Me sentía como cuando veo alguna de esas películas que intentan copiar a Rohmer, pero que terminan resultando vacías y espiritualmente pretenciosas.

-¿Sabes que en el fondo busco estos encargos para ayudarte? -me preguntó el editor.

-A veces lo intuyo -le dije.

Cruzamos un par de palabras más y luego ambos dejamos de mentirnos.

-Has lo que tengas que hacer -me dijo entonces, a modo de despedida.

“No sé si pueda”, pensé.

Mientras me alejaba del lugar, no sé bien por qué, pensé en un dodo.

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