jueves, 25 de enero de 2024

La gente habla a sus mascotas.


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La gente habla a sus mascotas. De hecho, para que esto resulte cómodo, les pone nombres, en principio. Esto incluye a perros, gatos, tortugas… no sé. Son numerosos y obvios los ejemplos. A este grupo, por lo demás, pueden sumarles las plantas. Y es que también hay personas que les hablan a las plantas. No critico esto, por supuesto. Tampoco lo de las mascotas. Lo que digo es que si esperan respuestas están errando el camino. E insistiendo en el error, por supuesto. Con esto no niego que mascotas -o hasta plantas- respondan de alguna forma a las palabras de las personas; lo que planteo es que no dan una respuesta lingüística. De ahí el error en el código comunicativo empleado. Y otros tantos que vienen después.

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Digo lo anterior, por cierto, ya que esta actitud denota un menosprecio… ¿no se entiende? Pues iré al grano: ¿Acaso alguno de ustedes ha intentado alguna vez hablarle a alguna mosca? Sin fe incluso, pero hablarle un poquito. Hablarle porque sí, digamos. No digo maldecirla. Eso no se vale. Si la maldigo nos ignora, por supuesto. O hasta nos molesta de gusto. Se pone a zumbar y bueno… supongo que les ha pasado. Pero alguno… ¿ha intentado hablarle de buena forma? Hablarle porque no tienes perro. O porque dejaste de creer en Dios y es lo único que tienes a mano. Pues yo les aseguro que se encontrarán con una sorpresa si se dedican a hablarle. A ganar su confianza, paso a paso. No tan lento eso sí, pues viven pocos días. No como a una mascota, en todo caso. No como a un niño. Hablarle como a un otro digno. Digno de que las palabras sean ciertas y el tono con los que las enunciamos sea verdadero. Atrévanse un día de estos. Hagan como yo, con ustedes. Y recuerden que tienen pocos días.

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