martes, 31 de octubre de 2023

No tienen nombres distintivos, los muertos.


I.

No tienen nombres distintivos, los muertos.

Y es que les colocan tras morir, uno genérico, con el que ya no los puedes diferenciar.

Ocurre en una ceremonia breve, no demasiado llamativa.

Algo así como un bautizo colectivo, solo que individual.

Igualmente es sin parafernalia.

Un rito inevitable, digamos, como despertarse o respirar.

No te sumerges en el agua, por ejemplo, pues ya no hay mano alguna para sumergirte.

Tus manos, por otra parte, son incapaces ya de diferenciar tu cuerpo del de los otros.

Ocurre un poco como con el nombre, ya ves.


II.

No tienen nombres distintivos, los muertos.

Tampoco un número que los identifique, ni acciones diferenciadoras que puedan recordar.

Todo lo que ocurre los iguala, nada les pertenece.

Saben que existen únicamente porque existen.

Y nada pueden explicar.


III.

No tienen nombres distintivos, los muertos.

Disculpen que lo repita, pero es algo que me sorprende.

Por lo mismo, busco formas de entenderlo y podérmelo explicar.

Me digo así, por ejemplo, que ocurre lo mismo con el olor de los muertos o con la degradación de sus cuerpos.

Me refiero a que no difieren mayormente los unos de los otros.

Salvo por razones externas, por supuesto.

Y de estas -por no ser razones, en el fondo-, ni siquiera intentaré hablar.

Con todo, si un día me contradigo, pueden decirlo.

Cuando sea tiempo, por supuesto.

Y es que después, como hemos visto, nada se puede hacer ya.

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