viernes, 6 de octubre de 2023

Visita.


Te cuenta que está construyendo un nuevo templo. O ayudando a construirlo, más bien. Te saluda con afecto. Te recuerda de otro tiempo. Muestra fotos de familia, desde el celular. Un niño en el agua. Una niña, también. Creo que dos más. Luego pregunta por la tuya. Contestas. Brevemente, contestas. Después, te cuenta como al pasar que perdió hace un año todas sus cosas. Casa, auto, todo lo que puede perderse en un incendio. No estaba en el lugar. Ni él ni su familia estaban. Así que no hubo, afortunadamente, otras pérdidas. No hubo otros daños, te dice. Verdaderos daños. Y claro, gracias a varios apoyos ahora todo va mejor. Ahora, extrañamente, se acordó de ti y decidió pasar a visitarte. No vive en la ciudad. Pero viene una vez a la semana para ayudar a construir un templo. Creo que están construyendo cinco. Él colabora en cosas menores. Nadie se lo pidió. No directamente, al menos. Se ha acelerado todo, te dice. El fin de los tiempos. Lo que tarde o temprano tenía que pasar. Tú intentas no escuchar, mientras explica. No reaccionar, incluso, a sus palabras. A sus creencias. Construirán más templos. Bautizarán, incluso, a los muertos. Eso te dice y luego se va. No te propuso nada, antes de irse. Nada concreto. No alcanzaste siquiera a ofrecerle algo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales