miércoles, 11 de octubre de 2023

De su carne, una gran ballena blanca.


No sé cómo lo hizo, pero construyó de su carne una gran ballena blanca.

Me refiero a qué no sé de dónde sacó esa carne.

Era un tipo común, delgado incluso.

Estatura media.

Algo entrado en años y con la piel reseca.

Ya era así, digamos, cuando lo anunció.

Voy a crear de mi carne una gran ballena blanca, nos dijo.

Por supuesto, cuando lo anunció, ninguno de nosotros le creímos.

Decidimos que estaba loco, simplemente.

Ni siquiera pensamos en la posibilidad de que aquello pudiese ser una metáfora.

No hicimos preguntas.

Hablamos de otras cosas, incluso, luego de su anuncio.

Luego, nos emborrachamos juntos por última vez antes de verlo partir.

Se fue a vivir cerca del Cabo de hornos.

En una isla relativamente pequeña, con una entrada de mar interior.

Era como un lago, digamos, solo que de agua salada.

Conectado al océano, aparentemente, por canales subterráneos.

Fue ahí, por cierto, donde fue creciendo la ballena blanca.

Él, cada cierto tiempo, nos mandaba fotos que siempre estimamos falsas.

Apenas se distinguía en ellas, además, alguna figura.

Ocurrió así hasta que nos llegó un video en que podía apreciarse claramente una pequeña ballena.

Una blanca, por supuesto.

Luego llegaron más videos.

La ballena crecía en la entrada de mar al interior de la isla.

Un año después, aproximadamente, tres de nosotros viajamos hasta el lugar.

Fuimos en avión hasta Punta Arenas, luego a Puerto Williams y entonces él mismo nos fue a buscar en una embarcación pequeña.

Por el camino hablamos de todo, menos de la ballena.

Incluso cuando la vimos, nadando en ese pequeño mar interior, no nos atrevimos a preguntar nada.

Él, sin embargo, insistió en que había construido esa ballena blanca con su propia carne.

No quisimos sacar fotos ni grabar videos.

Lo que sí hice fue tomar apuntes cuando dio algunas explicaciones.

Meses después, ya en Santiago, de regreso, intenté seguir sus pasos.

Solo diré que se trataba un proceso extremadamente doloroso.

Llegué a sentir que moría, y apenas logré formar un pequeño pececito azulado.

No más de dos centímetros, si soy sincero.

Luego de hacerlo quise dejarlo libre, pero no supe dónde.

Tal vez lo vean, algún día, deambulando por aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales