martes, 3 de octubre de 2023

Hablar del asunto.


F. quiere hablar de aquello, pero M. no.

Ocurre así desde hace un tiempo.

Sin mayores problemas en un principio, pero hoy la situación se ha vuelto incómoda.

De hecho, a mí mismo me incomoda hablar de aquello.

Se lo digo a F., pero ella insiste en la necesidad de sacar el tema a la luz.

Argumenta incluso que es por el bien del propio M.

M., por otra parte, guarda silencio apenas comento del asunto.

Se ve afligido.

No evita el tema por porfía, pues se ve que le afecta todo eso.

Hay un daño, digamos, cuando lo obligo a escuchar aquello que él evita.

Eso le digo a F., para que considere bien la necesidad de hablarlo.

De hablarlo directamente, me refiero.

Para que no haya arrepentimientos después, le digo.

Para que no haya arrepentimientos debe considerarse el daño.

Ella escucha, por supuesto, pero está acostumbrada a enfrentar la muerte de otra forma.

O a cargar con ella, más bien.

A llevarla en los bolsillos y sacarla a la luz todo el tiempo, como mostrando las fotos de sus hijos.

Es lo correcto, me dice. Sé que es lo correcto.

Mientras lo dice, observo que ha envejecido hablando de esa forma.

Está gastada.

M. también, por supuesto, pero al menos en él observo cambios.

Actitudes distintas.

Conocimiento nuevo.

Comprensiones tristes, si se quiere.

No sé qué hago aquí, entre ustedes dos, les digo entonces.

Ellos se observan y después me miran.

Ellos saben.

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