domingo, 22 de octubre de 2023

Juegos para uno.


Descubrí de casualidad una tienda de juegos de mesa que vende productos exclusivamente para jugar en solitario.

Me sorprendió no solo por su temática específica, sino por la gran cantidad de juegos de mesa que ofertaba.

La mayoría eran juegos que venían en cajas pequeñas, por lo general de cartas o de tableros muy reducidos.

Incluso tenían dos mesas en el local, en las que podías probar alguno de esos juegos mientras te tomabas un café.

Yo probé un juego de supervivencia -bastante fome, en realidad-, mientras me tomaba un latte.

En la otra mesa, había una turista italiana que estaba probando uno relacionado con laberintos.

Supe que era italiana porque hablamos luego de salir de la tienda y decidimos tomar algo juntos.

Ella me lo pidió en realidad, pues quería que le ayudara a realizar un itinerario para recorrer algunos lugares, en Santiago, durante los dos días que faltaban para que llegase una prima, con la que luego viajarían a Viña.

Ella me mostró una aplicación que estaba usando, y quería que yo le ayudase a elegir los sitios que realmente valían la pena.

Intenté preguntarle por sus gustos, para saber qué recomendarle, pero ella se negaba a contarme nada muy revelador.

Así y todo, me invitó a quedarme con ella en el hotel en que alojaba y me dijo que fuésemos juntos a recorrer esos sitios al otro día.

Me lo dijo con un tono neutro, sin reflejar en su voz ni en su actitud ninguna emoción en particular.

Yo, de todas formas, supongo que tampoco reflejaba ninguna.

Pensé por qué ocurría eso mientras trataba en vano de buscar culpables.

Siempre los hay, me decía, mientras los buscaba.

Siempre los hay.

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