sábado, 21 de octubre de 2023

El asunto de las ratas.


Ocurrió hace años.

Luego de una extraña conversación, los primos de unos amigos me invitaron a quedarme en un caserón antiguo, abandonado, que pertenecía a su familia.

El caserón, según me dijeron, estaba relativamente cerca de Rancagua, y en él podían encontrarse -entre otras cosas llaamaativas, por supuesto-, una gran cantidad de ratas que caminaban erguidas, sobre sus dos patas traseras.

Fui hasta el lugar sin creer en el asunto de las ratas, pero confiando en revisar una vieja biblioteca que había en la casona, de la que también me habían hablado.

Dicha biblioteca, por cierto, resultó ser un fiasco -al menos para mis intereses-, pues tenía cientos de ejemplares, pero todos ellos relacionados con informes judiciales de hace aproximadamente 40 años, que no pregunté por qué razón se encontraban ahí.

Fue en ese mismo lugar, según recuerdo, donde vi a la primera de esas ratas.

La vi solo como una sombra, en principio, paseándose tras unos estantes, caminando rápidamente sobre sus dos patas traseras, como un pequeño oficinista.

Todavía sorprendido, me llevaron hasta las habitaciones traseras de la casona, abandonadas y semi destruidas, en las que pude ver varias más de estas ratas y hasta grabamos un video en el que se apreciaba su extraño movimiento.

-Ya enviamos algunos a un canal de tv y otros a dos universidades -me contaron-. Nadie nos ha tomado muy en cuenta. De una de las universidades vinieron y se llevaron un par de ejemplares, pero resultaron ser ratas normales que simplemente caminaban de forma extraña, según nos dijeron. Es decir, no tienen ninguna particularidad salvo esa.

-Pero… -pregunté-, ¿explicaron a qué se debía su forma de caminar?

-No… No lo hicieron -me contestaron-. Pero dijeron que no era algo tan inusual. En Chillán, por ejemplo, se han encontrado burros que caminan hacia atrás y cerca de Punta Arenas hay centenares de pingüinos que caminan saltando en una de sus patas.

-¿Pasan estas cosas, entonces?

-Claro, pasan siempre, pero uno no está enterado no más.

Así, en silencio y un poco defraudado, recuerdo que incluso borré el video que había grabado.

Por suerte, antes de irme, tras revisar por segunda vez la biblioteca, logré dar con un par de libros interesante que cupieron fácilmente en mi mochila: una primera edición en inglés de un libro de Updike y un libro de cuentos de Rubem Fonseca.

Todavía conservo ambos.

Uno de ellos, eso sí -adivinen ustedes cuál-, tiene mordidas de esas ratas en algunas de sus hojas.

De todas formas, aclaro, se trata de un daño que no afecta para nada el contenido del libro.

Eso es lo importante.

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