miércoles, 1 de noviembre de 2023

Mueren también los árboles milenarios.


Mueren también los árboles milenarios.

No sobreviven para siempre.

No es solo cuestión de luz o de agua.

Mueren simplemente porque han estado vivos.

Se trata de un ciclo distinto, por supuesto, pero es un ciclo, al fin y al cabo.

Se secan desde dentro y de pronto un día ya no están.

O sea, están, por supuesto, en el sentido que su cuerpo permanece.

Pero ya no son, ciertamente, árboles milenarios.

Les hablas y no responden, me refiero.

Pierden sus hojas y sus ramas se quiebran, con el tiempo.

A veces, incluso, caen estrepitosamente sobre alguien.

Fue así, de hecho, como me enteré de que también morían.

Y es que quedé atrapado, bajó uno, que de pronto sucumbió.

Cayó sobre mí, mientras dormía.

Suavemente, eso sí, fue que cayó.

Así, para suerte mía, apenas me fracturé un hombro y un par de costillas.

Dos meses de recuperación, desde entonces, y ya estaba como antes.

O sea, no exactamente como antes, porque habían pasado dos meses y ahora sabía de la muerte de los árboles milenarios.

No exactamente como antes, decía, pero casi.

Como secuela, solo puedo mencionar que, desde entonces, veo blanca y no amarilla la luz del sol.

Y siento pena -cuando alguien muere-, de una forma distinta.

Nada grave, en resumen, como pueden ver.

Y todo sigue su curso, como siempre.

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