lunes, 20 de noviembre de 2023

No lo explico.


No lo explico, le dije. Insista si quiere, pero igualmente no lo explico. No quiero hacerlo y además no tengo por qué. Me basta con decirlo y eso ya es mucho. Sin decirlo, incluso, ya es mucho. El resto es suyo. Su tarea, me refiero. Por supuesto, solo si es de su interés. Le recuerdo en este sentido que nadie obliga. O yo, al menos, no lo hago. Ni explico ni obligo, entonces. Y nadie que conozca, por cierto, lo hace. A lo más unas secuencias. Eso entregan, a lo más. Y yo me sumo, de vez en cuando, a esas entregas. Un par de sustantivos. Un par de verbos. Poca cosa, al fin y al cabo. Apenas, algo que pueda asimilarse con una historia. No son pistas, si me entienden. No son indicios, me refiero. Solo extremos de algo que bien puede ser considerado como una historia. “Comenzó un lunes”, por ejemplo. Eso puede decirse. O “Fue de esta forma que terminó el domingo”. Dicho esto (da lo mismo en qué tono), nada más debiese agregarse. Ni explicarse, por cierto, nada más. Así, hasta el orden en que se ubican esas frases debe usted negarse a revelarlo. Manténgase en silencio, aunque insistan. Se molestarán, por cierto, pero eso no es malo. De todas formas, no saben ni gritar. Eso fue lo que les dije.

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