martes, 14 de noviembre de 2023

Ícaro nunca, realmente, se acercó al sol.


I.

Digan lo que digan sabemos que no es cierto.

Ícaro nunca, realmente, se acercó al sol.

No significativamente, al menos.

No si tenemos en cuenta la distancia que nos separa y el ínfimo avance que Ícaro realizó.

Todo lo que pueda agregarse a ello son solo palabras.

Ruido para hacer más digna una muerte absurda.

Tan absurda como cualquier otra, es cierto, pero absurda al fin y al cabo.

No me digan que se trata solo de un mito o una leyenda y que hay que entenderla como tal.

A fin de cuentas, ocurre siempre así:

Todo es siempre algo más de lo que parece, me refiero.

Y todo puede llegar a ser mito leyenda, al fin y al cabo.

Ícaro nunca, realmente, se acercó al sol.


II.

Por otro lado, está el asunto ese de dónde cae.

Construyan la imagen:

Dédalo buscando e Ícaro pensando que se acerca a aquello que en realidad nunca se acercó.

Entonces, la cera de sus alas se derrite e Ícaro, abruptamente, cae.

Dicen que al mar Egeo, pero pudo ciertamente caer en cualquier sitio.

Su propio peso lo arrastra.

Lo empuja hacia el sitio exacto donde ha de caer.

Al centro del laberinto.

Sobre el cuerpo de su padre.

Dentro de ti, incluso, pudo caer Ícaro.

Lo único seguro, a fin de cuentas, es que nunca se acercó al sol.

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