sábado, 4 de noviembre de 2023

Hay que llamarles la atención a aquellos niños.


I.

Hay que llamarles la atención a aquellos niños.

Es por su bien, después de todo.

Hay que hacerlo, aunque sabemos que no agradecerán.

Aunque no escuchen, hay que hacerlo.

Y aunque no sepamos, incluso, qué decirles.


II.

Vamos ya, que se hace tarde.

Vamos juntos, esta vez, para que no nos dé vergüenza.

Organicémonos para que no se escapen.

Cubramos la ruta.

Cerquemos el lugar.

Intentémoslo al menos, aunque no resulte.

Tengamos fe.

No todo es siempre una salida de emergencia.


III.

¿Qué ocurre…?

¿No son niños?

¿Es eso lo que dices?

No es que lo discuta, en todo caso, pero me vale igual.

Me refiero a que van por esa ruta, caminan a destiempo, hablan idioteces…

Si no lo son, eso representan.

Con eso a mí me basta.

Aquí están.


IV.

Me acerco.

Interrumpo su camino.

Queridos jóvenes, niños o hasta ancianos… les digo.

Etcétera.


V.

Tres golpes recibí, es cierto.

Tres golpes, pero dos de ellos no dolieron.

No hay de qué preocuparse, en lo absoluto.

El daño es más bien superficial.


VI.

Probablemente no eran niños, lo admito.

Pero ese no era el punto.

¿Que cuál era?

Pues ya casi no lo sé.

Y es que, si lo piensas, la culpa no es el pez sino el anzuelo.

O en otras palabras:

Tuve una certeza y la perdí.

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