jueves, 23 de noviembre de 2023

Nunca hay hielo.


Nunca hay hielo.

Vas al refrigerador, abres la puerta y nunca hay hielo.

No importa si te preocupaste antes.

No importa si recuerdas haber llenado la hielera.

Igualmente nunca hay hielo.

Y la evidencia es la que manda.

Por si fuera poco, como se considera un mal menor, no puedes andar por ahí culpando a otros.

Entonces, debes conformarte con aquello.

En medio del calor, debes conformarte.

Con la ausencia del hielo, me refiero.

Ponerte en duda, incluso, es lo que haces.

Reconocer faltas que no has hecho.

Culparte a ti mismo del olvido, en definitiva.

Y claro… vivir con eso.

Con eso que se traduce en que no hay hielo, pero en el fondo es algo más.

Siempre es algo más, a fin de cuentas.

Algo que tiene un peso específico, aunque sea menor y no te encorve.

Algo que parece no tener importancia, pero que igualmente la tiene y tú lo sabes.

Porque hoy es el hielo, es cierto, pero mañana nadie sabe qué será.

Y nadie quiere saberlo, tampoco.

Después de todo -te dicen-, es preferible de esa forma.

Y la ausencia de hielo es un costo menor, si lo piensas.

Dicho esto… ¡qué importa si no hay hielo!

¡Y qué importa si nunca más hay hielo!

Cierra desde dentro, mejor, eso es lo que te dicen.

No cuestiones por qué.

Es más seguro, simplemente, de esa forma.

¡Qué importa si no hay hielo!

¡Qué importa si no hay hielo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales