viernes, 17 de noviembre de 2023

Tres cosas no pueden ser opuestas.


I.

Tres cosas no pueden ser opuestas.

No todas, me refiero.

Puedes pensarlo y comprenderlo por ti mismo, estoy seguro.

Por lo mismo, voy a evitar la explicación.

Ese es, sin duda, un principio a tener en cuenta.

Tres cosas no pueden ser opuestas, repito.

Ese es el primer principio.

Aclaro, sin embargo: no todas entre sí.


II.

Otro principio importante es reconocerse siempre como una de esas cosas.

Como uno de los elementos, me refiero, presentes en cada principio.

Un elemento de ese sistema en que no existe la oposición total, aunque sí la diferencia.

Y ser medido, entonces, a partir de la proporción que entre los otros (y uno mismo) se establece.

Eso es lo que ocurre, y nuevamente va a ocurrir.


III.

Tómenlo como un ejemplo si quieren, pero yo lo veo más bien como una historia.

Una historia que refleja el funcionamiento (mal que mal) de un sistema.

Un sistema, por supuesto, formado esencialmente por tres elementos:

Un niño pequeño, un balancín y uno mismo.

Y entre todo aquello un diálogo extraño.

Así, mientras el niño está en lo alto, te comenta de pronto que su hermana está en un asilo de ancianos.

En tanto, tú que lo observas, haces cálculos y dudas.

-¿Es muy mayor tu hermana? -preguntas.

Él entonces, mientras baja, te dice que solo tiene un año más que él, pero que ha ido al asilo a visitar a su abuela.

Y claro, tú piensas, de inmediato, que la incomprensión se debió simplemente al uso del lenguaje.

Pero te equivocas, por supuesto.

Ese es, digamos, el tercer y último principio.

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