domingo, 19 de noviembre de 2023

Pago por algo que no sé.


I.

Pago por algo que no sé.

Lo compro en una tienda y no lo reconozco.

Solo sé que no es para mí.

Intuyo, además, que es pequeño, pues cabía antes en una de mis manos.

Poco después, se lo entrega a una vendedora que ingresa códigos y luego menciona cifras.

Yo pago, por cierto, la cifra que a mí me entrega.

Es entonces cuando me preguntan si quiero que aquello que compré sea envuelto para regalo.

Y yo me escucho decir que sí, que muchas gracias, pero que me lo envuelvan en lenguaje, por favor.

En esdrújulas si es posible.

No, no quiero nada más, concluyo.


II.

Afuera de la tienda hay policías.

En un principio pensé que me esperaban, pero paso junto a ellos, finalmente, sin problemas.

De hecho, se trata de policías ensimismados en su labor.

Policías que hacen preguntas, en principio.

Luego, incluso, la situación se complejiza un poco:

Y es que se trata de policías que hacen preguntas a otros policías.

Eso es lo que descubro cuando paso junto a ellos y presto atención.

Acusaciones extrañas.

Tonos algo amenazantes.

Conversaciones que no llevan, en el fondo, a ningún sitio.

No se preocupen, les digo mentalmente, mientras me alejo.

Yo también pagué por algo que no sé.

Un rayo entonces y luego un trueno.

Todo está en orden, me digo.

No hay necesidad de esdrújulas.

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