lunes, 27 de noviembre de 2023

Porque es hora.


Te sientas porque es hora.

Porque te han llamado varias veces.

Porque eres el único que falta y los otros ya están ahí.

Por eso vas.

Por poco más, dirá alguien, que no sepa.

Siempre hay uno, de esos, en la mesa.

Esta vez a tu derecha.

Un hombre viejo.

Absurdamente viejo.

Bien pudo haber muerto aquel en vez de la que han velado hace unas horas.

Es el único que puede bromear, pues tiene ya la muerte cerca.

Observas sus manos, sobre la mesa.

Resultan extrañas.

Carga carne muerta bajo la piel reseca, te dices.

Entonces hablan, antes de comenzar.

En orden se ceden la palabra.

La tercera voz que habló parecía más honesta que las otras.

Levemente más honesta.

Igual no dijo nada, pero parecía saber que nada decía.

Tú no puedes hablar, pues eres pequeño, todavía.

Solo te sientas, con ellos, porque ellos te han llamado.

Ni siquiera vistes como ellos.

Ojalá nunca vistas como ellos.

Piensas eso mientras te llenan en plato.

A todos, por cierto, se los llenan.

Dentro de poco, piensas, vamos a tener dentro las mismas cosas.

Entonces, una de las hermanas de la muerta toma la primera cucharada.

Luego la siguen los otros.

Pasan los minutos.

Pronto van a arrepentirse, comentas.

Nadie parece escucharte.

La sopa te observa desde el plato.

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