miércoles, 29 de noviembre de 2023

La locura se manifestó en forma de elefante.


La locura se manifestó en forma de elefante.

No siempre, claro.

Me refiero a que no lo digo como un hecho histórico o permanente.

Digo más bien que entonces, la locura se manifestó de esa forma.

O yo la vi así, al menos: gris, de gran tamaño y con trompa, paseándose en cuatro patas de un lugar a otro y mirando a algunos hombres a los ojos.

El entonces en que ocurrió es bastante lejano, pero lo recuerdo con claridad.

Catorce años atrás, casi exactos.

Y uno de los hombres a los que miró fui yo, que estaba sentado en una banca, comiendo algo parecido a un mousse de chocolate.

Entonces, cuando me miró, supe que era cierto aquello que dicen sobre los elefantes y su buena memoria.

Y es que me pareció que el elefante me estaba reconociendo.

Y hasta pensé que –a partir de su expresión-, estaba incluso contento de verme.

De esta forma, contento también por aquel encuentro, no percibí que el elefante aquel era en realidad una manifestación de algo distinto al mismo animal.

Con lo anterior, por supuesto, hago referencia a la locura y a la manifestación que mencionaba ya en la primera línea de este texto.

Finalmente -pido disculpas desde ya, pero lo cierto es que no quiero alargarme-, el elefante de ese entonces no volvió a aparecer por largo tiempo.

O yo, al menos, no lo he reconocido, desde entonces.

De igual forma, hay que recordar que nada es permanente, y el elefante bien podría andar por ahí.

Después de todo, ya no los ejecutan con electricidad, como antaño.

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