miércoles, 31 de mayo de 2023

En un lugar polvoriento.


Todo esto ocurre en un lugar polvoriento.

Calles de tierra, construcciones antiguas, aparentemente abandonadas.

Un poco como esos pueblos del oeste americano, justo antes de un ataque.

Entonces, por la calle central de ese pueblo, podías verla a ella, caminando.

Sin apuro, con un vestido sucio, por el polvo.

Con un andar extraño.

No sé bien por qué, pero me hice la idea que tenía una pierna de madera y la otra de hierro.

Estaba seguro de aquello.

No era antiguo, el lugar si lo recuerdo.

Solo parecía abandonado.

Recuerdo, por ejemplo, haber visto un gran número de objetos abandonados, dispersos en aquel sitio.

Cajeros automáticos, automóviles, carritos de supermercados con sus compras dentro.

Todo cubierto de polvo, eso sí.

De tierra incluso, más que polvo.

Entonces, en medio de aquello, ella se acercó a un asiento que extrañamente estaba limpio.

Se sentó en él y hurgó en su bolso, en silencio, como si buscase su voz ahí dentro.

De vez en cuando levantaba la vista y me miraba como diciendo que la esperase un poco más.

Dando a entender que tenía algo importante que mostrarme.

No sé por qué, pero no podía conseguirlo.

Dejó a un lado el bolso y se puso de pie.

Entendí que había distancia, entre ambos.

Como si estuviésemos en regiones distintas.

Poco después, la vi escribir su nombre en el vidrio sucio de un auto.

Pero cuando intenté leerlo el auto partió y todo volvió a llenarse de tierra.

Una nube de tierra, de hecho, me impidió ver algo más.

Cuando se disipó, ella ya no estaba, aunque su bolso estaba sobre el piso.

Me acerqué a mirar en él.

Tenía el interior oscuro.

Me incliné para ver mejor y sin entender cómo, caí dentro.

Pasó un tiempo.

Adiviné que ella volvería por su bolso poco después.

Todavía la espero.

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