viernes, 12 de mayo de 2023

No crecen los ojos.


-No crecen los ojos -dijo él-, supongo que lo sabes.

Ella no dio muestra de haberlo escuchado.

Él continuó.

-De hecho -dijo-, es la única parte de nuestro cuerpo que se mantiene de igual medida desde que nacemos hasta que morimos.

Ella siguió en su sitio, sin inmutarse.

-No crecen -aclaró él-, pero debemos admitir que se transforman.

Ella lo observó.

-No hablo de envejecimiento -agregó, mirándola directamente-, sino más bien de un cambio que ocurre al interior de algo que permanece siempre del mismo tamaño...

-¿De qué mierda hablas? -preguntó ella, interrumpiéndolo.

Él iba a contestarle… pero la actitud de ella lo intimidó. Y prefirió guardar silencio.

-¡Lo que pasa es que nunca entiendes una mierda! -gritó ella-. ¡Estoy segura de que ni siquiera entiendes de qué hablas…!

-Hablo de ojos -dijo él, con voz apenas audible-. Estaba hablando de ojos…

-Pues no se puede hablar de ojos -lo interrumpió ella-. Es imposible… No hay nada que decir sobre ellos…

Él calló. Probablemente quería responder, pero tras pensarlo un poco no lo hizo.

Ella también guardó silencio.

-¿Sabes lo que pasa? -dijo ella, luego de un rato. Luego repitió la pregunta.

-No… -dijo él-. No sé qué es lo que pasa...

-Lo que pasa es que nunca pedí conocerte -aseguró ella, con un tono extraño.

-Es cierto -admitió él.

Ambos se miraron a los ojos, durante algunos segundos.

Después, ella dijo unas cuántas frases más.

Él, en cambio, apenas dijo una. Pero fue la final.

Los ojos de ambos, por cierto, nunca volvieron a encontrarse.

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