domingo, 14 de mayo de 2023

Una puerta.


I.

Entre el día y la noche pasamos por una puerta.

O entre la vigilia y el sueño, más bien.

Es una puerta oscura, en mi caso, cuya manilla yo mismo giro, antes de hacer el cruce.

También ocurre de forma inversa, por supuesto.

Hay un guardia que nos vigila y que no interviene, junto a aquella puerta.

De hecho, de ambos lados hay un guardia, aunque siempre recuerdo solo a uno.

Nunca he hablado con él ni me he sentido amenazado, pero supongo que está ahí para vigilar nuestros pasos.

El guardia, por lo demás, es ciego, pero siempre está atento.

Tiene los párpados pegados entre sí, y su boca también está cosida.

Así y todo, puedes darte cuenta que comprende todo, y que se encuentra ahí cumpliendo de buena forma su trabajo.


II.

Un día, por probar, hice girar la manilla de la puerta y la hice sonar, sin pasar al otro lado.

Me refiero a que abrí y cerré la puerta, pero me quedé en el sitio inicial.

Volví a cerrar la puerta, en silencio, e intenté no hacer ni el más mínimo ruido.

El guardia parecía inquieto, y se acercó hacia dónde estaba, pero finalmente no me descubrió.

Supongo que yo quería observar qué es lo que él hacía, cuando no era guardia.


III.

Descubrí así que lo que hacía era bastante trivial.

Se sentó en el suelo, junto a la puerta y sacó algo de comer, de su bolsillo.

Parecía un simple chocolate.

Como su boca estaba sellada se lo acercaba a su nariz, y lo olía.

Luego volvía a guardarlo en su bolsillo y volvía a ponerse de pie.


IV.

A pesar que hizo pocas acciones comprendí que ya era el tiempo en que yo debía volver a entrar.

Por lo mismo, tomé nuevamente la manilla y abrí y cerré la puerta.

Esta vez, sin embargo, crucé hacia el otro lado.

También me quedé en silencio y el guardia hizo algo similar a lo que hizo el guardia al otro lado de la puerta.

Sabía que no debía estar ahí, pero no me pareció algo grave.

De hecho, he seguido haciendo lo mismo, desde entonces.

Como suelo mirarlos atentamente, he descubierto que los guardias envejecen igual que yo.

También envejece la puerta, por supuesto.

No sé bien por qué lo hago.

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