sábado, 20 de mayo de 2023

Nubes, digamos.


Nubes, digamos.

Nubes y algo de frío.

No digamos más.

Nubes entonces como una palma que tapa la boca.

Como montones de algodón -o telas-, que amortiguan el ruido.

Algo oscuro, me parece.

El día está algo oscuro.

No deberá ser así, habría dicho en otro tiempo.

No es un lienzo, por supuesto, pero todo parece fijo.

En el aire se percibe un silencio forzado.

A ambos lados de las nubes, se percibe.

Tal vez alguien quiera hablar, pero algo no lo deja.

Yo mismo, si soy sincero, prefiero a veces que no hablen.

Amordazamos así (sin quererlo) al cielo y a los pájaros.

Poco más hay que amordazar.

Alguien gime y se desespera pues le han metido nubes en la boca.

Se ahoga.

Los ojos se desorbitan y el sol nos deja de observar.

Un experto diría que lloverá, probablemente.

Es extraño sin embargo que lo llamemos experto, si ni siquiera eso puede asegurar.

Poca diferencia hay, pienso entonces, si estoy dentro o fuera de mi casa.

Me falta una ventana hace meses y las nubes desde entonces amenazan con entrar.

Antes me arrancaba a la montaña cuando esto sucedía.

Ahora todo ha cambiado, aunque digan que es lo mismo.

Si no llueve no hay goteras, me dijeron.

No te preocupes más.

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