miércoles, 24 de mayo de 2023

Dos hamburguesas congeladas.


Abrí el refrigerador y no encontré nada.

Bueno, casi nada, en realidad.

Y es que, en la parte alta, en medio del hielo,
encontré un par de hamburguesas congeladas.

Las observé un rato, fijamente, mientras pensaba en nada.

Dos hamburguesas congeladas, me dije.

Tras un par de minutos cerré la puerta del refrigerador.

Incluso después de hacerlo, seguía pensando en las hamburguesas.

Resultaba extraño, pues lo cierto es que no tenía hambre.

Y pensar en dos hamburguesas congeladas, sin tener hambre…

Lo admito: no es que sea una gran fuente de reflexión…

De hecho, solo la imagen de esas dos hamburguesas estaba en mi cabeza.

Nada de pensamientos, en realidad.

Solo esa imagen de dos hamburguesas congeladas que en teoría debían ser iguales.

Digo en teoría, por cierto, porque en ese instante me parecían dos seres independientes.

Parecidos, ciertamente, pero cada hamburguesa congelada (comprendí),
merecía diferenciarse de la otra.

Tal vez deba ponerles nombres, me dije.

Y sí, debo reconocer que bauticé a las dos.

Sin ritos, por cierto.

Y es que se trataba de una necesidad, no de la celebración de un sacramento.

Por lo mismo, ni siquiera las saqué del refrigerador, para bautizarlas.

Me bastaba imaginarlas y darles el nombre mentalmente.

Daisy y Violet, las nombré.

Tal vez porque estaban unidas por el hielo.

Si ellas abrieran mis propias puertas, como si fuese un refrigerador,
me dije,
no encontrarían hambre verdadera.

De todas formas, concluí, no puedo quejarme realmente.

Y menos aún antes dos hamburguesas congeladas.

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