lunes, 15 de mayo de 2023

Abandonar.


Abandonar. Dos, tres o cuatro veces. Como se abandona al perro que regresa. Cinco veces. Seis, incluso. Disculpen si es confuso. Hablo de abandonar, claro. Por eso lo señalo en un inicio. Y por eso, también, lo reitero. Así y todo, dicen que no me explico bien. Con distintas palabras me lo dicen. Yo los entiendo, por supuesto, pero solo un poco. Mi forma de entender es escuchar, digamos. Siete veces. Ocho… Además, si no me explico bien, para qué regresan. La anterior no es, por cierto, una pregunta real, aunque la responderé de igual modo. Yo creo que regresan porque intuyen algo. Puede incluso que algunos comprendan. Que lean en el abandono un significado tan claro como distinto. Distinto al abandono mismo, me refiero. Nueve veces. Diez... Lo cierto es que el número puede seguir creciendo y la situación repitiéndose hasta que usted decida reconocer que comprendió hace tiempo y que -por cobardía, vergüenza o alguna otra razón-, ha decidido indignarse por el abandono. Por cualquiera de ellos, aclaro. Por el número once o doce… poco importa, en realidad. Más vale preguntarse qué es aquello que abandonamos cuando debemos abandonarlo en reiteradas ocasiones. Porque no es el perro, por supuesto. Ni tú ni yo tenemos de esos perros. Trece veces… Catorce. Dejémoslo en catorce, mejor, como un borde. Abandonar, entonces. Simplemente abandonar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales