jueves, 1 de junio de 2023

Érase una vez un pájaro, Dios mío.


I.

Érase una vez un pájaro, Dios mío.

Un pájaro azul.

Un pájaro que a primera vista no parecía un pájaro.

Tampoco a segunda vista.

Igual volaba, pero no lo parecía.

Caía lento, más bien.

O se negaba a hacerlo.

Mirándolo bien, incluso, podías pensar que no sabía caer.

Sí, eso es lo que ocurría.

De paso, podías cuestionar si tenía o no tenía plumas.

Pero el que siente -y no piensa-, ciertamente observó otra cosa.


II.

Érase una vez un pájaro, Dios mío.

Un pájaro azul.

Un pájaro que a primera vista no parecía azul.

Tampoco parecía un pájaro, por cierto, pero eso ya lo hemos dicho.

Así y todo, me atrevo a decir que era azul.

Y me atrevo también a verlo azul, aunque no deba ya mirarlo, para verlo.

¿Quieren saber dónde está ahora aquel pájaro?

Volando está, si me permiten decirlo.

No sé hacia dónde.

Vuela el pájaro, porque el azul no sabe estar en tierra.


III.

Érase una vez un pájaro, Dios mío.

Un pájaro azul.

Un pájaro que a primera vista no parecía un pájaro, ni tampoco azul.

Esa es la historia que nadie cuenta.

Todo está siendo en esa historia, pero nada parece ni puede contarse.

Dios, por supuesto, tampoco parecía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales