domingo, 4 de junio de 2023

La señora Marta da un consejo.


Yo recomiendo al doctor Elizondo porque para mí es mágico. Siempre que hablo de él, lo digo así. Es veterinario, por supuesto, pero parece que también se les dice doctor. El caso es que yo le llevé a la Mimí, que era mi perrita compañera desde hacía quince años. Era pequeña y se veía viejita. Ya no ladraba mucho, estaba mañosa y tenía las patas delanteras algo torcidas. Mientras él la examinaba yo pensé que me iba a hablar de vejez, de muerte inminente y le daría algo simplemente para evitar achaques y dolores innecesarios. Por suerte no fue así. Me explicó que podía tratarse y que, si bien el tratamiento era muy costoso, sin duda podría rejuvenecer a Mimí y permitir que pasase mucho tiempo más conmigo. Apenas me dijo eso yo le contesté que no escatimara en gastos, que una siempre tiene sus ahorros y algún terrenito y hasta ha recibido alguna herencia sin darse cuenta, por lo que podía comenzar el tratamiento sin preocuparse de ese aspecto. Él lo entendió. Propuso cirugías, incluso, pues el rejuvenecimiento debía ser completo, incluso estética. Quedará como nueva, me dijo. Como cuando era cachorra, sin duda. Entonces me pidió hacer unos cuantos cheques pues debía viajar con Mimí para ser operada en una clínica extranjera. Solo tres o cuatro días, me dijo. No corre peligro. Habrá que cubrir mi viaje y el de dos enfermeras, pero todo saldrá bien. Yo acepté. Recé y lloré durante casi todos esos días. A pesar que el doctor Elizondo me llamaba desde el extranjero cada día, yo apenas pude dormir en ese tiempo. Cuando regresó, yo ya estaba en la clínica, esperando. Me hizo sentar y advirtió que no me sorprendiera. Dijo que todo había sido un éxito y que Mimí podría estar conmigo bastantes años más. Entonces, sin mayor preámbulo, vi entrar a Mimí ladrando a la habitación. Realmente parecía una cachorra. No me reconoció, en principio. De hecho, de no haber sido por el collar yo tampoco la habría reconocido. El color de piel estaba también algo distinto, pero el doctor me explicó que era por un tratamiento en los tejidos. Recomendó que le tuviera paciencia, que los ancianos realmente son como niños y que hay que enseñarles todo otra vez. Yo lo entendí de inmediato, por supuesto. También soy anciana, le dije. El doctor rio. Dijo que a ambas nos quedaban muchos años por delante y me recomendó que lo visitase al menos cada 15 días, para ir chequeando a Mimí. Y acepté. Por último, me dio unas pastillas para que le diera a Mimí por si le costaba dormir por las noches. Déselas con un trozo de comida, dijo el doctor. Con algo que le guste. Yo asentí. A veces, cuando le doy a Mimí su pastilla por la noche, yo también me tomo alguna, por si acaso.

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