jueves, 29 de junio de 2023

Me entretengo con un cangrejo.


I.

Me entretengo con un cangrejo.

Rojo, pequeño… común.

Lo nombré Agustín.

Hice una pequeña ceremonia para aquello.

Como venía del agua lo bauticé con aire.

Yo mismo lo soplé y le dije:

Desde ahora te llamas Agustín.

El cangrejo me miró cuando le puse el nombre.

Se quedó quieto y me miró.

No sé si le gustó, pero al menos no se opuso.


II.

Lo había encontrado entre unas rocas, unas pocas horas atrás.

Cuando digo atrás, me refiero a antes de haberlo bautizado.

Es extraño como se organiza todo al tratar de escribirlo.

Como todo suena extraño.

Puedes mentir incluso, y no se nota.


III.

No existen muchas formas de entretenerse con un cangrejo.

No si lo respetamos, al menos.

Por eso, debo confesar que la entretención con Agustín fue bastante escasa.

Y es que, luego de ponerle el nombre, no me permití hacer con él mucho más.

De hecho, lo dejé junto a la roca en que lo encontré y me dediqué a observarlo.

Eres libre, Agustín, le dije.

Pero la libertad de Agustín no me entretenía mayormente.


IV.

Comenzaba a oscurecer cuando subió la marea.

Y el agua llegó hasta donde estaba Agustín.

Poco después me fijé que el agua se lo había llevado hasta otro sitio.

Lo habrá llevado el agua o se habrá dejado llevar, me pregunté.

Como no supe responderme decidí regresar a casa.

No tenía apuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales