lunes, 5 de junio de 2023

En la ciudad de los vivos.


No lo digo yo, lo dices tú.

Yo lo repito, pero lo dices tú.

Por ejemplo: en la ciudad de los vivos, el día de los muertos.

Eso es lo que dices.

¿Qué es?

Lo que dices, me refiero, ¿qué es?

¿Una fecha?

¿Un lugar?

Y si lo niegas tú y en realidad lo dice otro, ¿quién es ese otro?

¿Puedes decirme?

¿Acaso ese otro habla así porque es hueón?

¿O habla así porque es poeta?

¿O acaso es de esos que creen ser lo que dicen y luego nada son?

Yo me canso de oír y repetir, por eso digo.

En la ciudad de los vivos, me canso.

Entre tanto muerto, digamos, en la ciudad de los vivos.

Y es que yo recorría la ciudad esa.

Incluso en la parte oscura donde había rejas y era mejor no ingresar.

Digámosle cárcel, si quieres, pero bien sabemos que no era cárcel.

No había perros ahí.

No había perros, pero se escuchaban ladridos, desde dentro.

Uno de esos ladridos dice el nombre de dios, dijiste entonces.

Yo te observé.

Pero en verdad nada decías.

Para decir hay que creer y tener voz.

No palabras, sino voz.

Mudos y sordos de espíritu.

¿Acaso no grita el árbol cuándo muere?

En la ciudad de los vivos, digo yo.

En la ciudad de los vivos, el día de los muertos.

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