lunes, 26 de junio de 2023

Mi cabeza en una bolsa.


Soñé que llevaba mi propia cabeza en una bolsa.

Era una bolsa de tela, gris oscuro.

Una cabeza cortada, por cierto, no una cabeza viva.

Había sangre reseca en la bolsa, pero no goteaba.

Yo caminaba, cansado, mientras avanzaba por el lugar.

Era de noche, pero no estaba tan oscuro.

Iba por un camino estrecho, con pronunciadas pendientes.

A ambos lados del camino había selva.

Vegetación tan densa que no hubieses podido adentrarte en ella, de intentarlo.

Yo no lo intenté, por supuesto.

Caminaba a buen ritmo, pero sin prisa.

Sabía que se trataba de un trayecto largo, y que no convenía pensar todavía en el lugar al que pretendía llegar.

Poco después, hice una pequeña pausa.

Me dolían los hombros y las piernas, y tenía pegada la ropa a mi cuerpo de tanto transpirar.

Se oía ruido, a veces, desde algún costado del camino.

Yo estaba preocupado por proteger la bolsa.

Pensaba que tal vez un animal podía aparecer y arrebatármela.

Poco después, descubrí que venían unos cuerpos en la dirección contraria.

Eran dos turistas japoneses, que se acercaban.

Cuando estuvieron junto a mí me pidieron que les tomara alguna foto.

Solo con gestos lo pidieron.

Me entregaron una cámara.

Era una cámara digital, pero que se usaba manualmente.

Yo enfoqué y tomé una foto.

Luego les dije que se retrasaran unos pasos.

Que apoyasen sus espaldas en la selva, para que la imagen fuese mejor.

Ellos me hicieron caso.

Uno gritó antes que sonara el clic.

El otro no alcanzó siquiera a gritar.

Dejé entonces la cámara en el camino y seguí andando.

La bolsa parecía más pesada.

Solo debía avanzar.

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