viernes, 30 de junio de 2023

La tragedia de no encontrar.


La tragedia de no encontrar.

Da lo mismo qué.

Un niño enfermo.

Un lugar para caer.

Una pipa de madera.

Un nombre propio que se le cayó a alguien.

¡Cuánto descuido…!

Como dije esto en voz alta me escuchó una mujer.

Vestía ropas oscuras y tenía el pelo tomado.

Nos saludamos con un gesto.

Ella se acercó.

Se presentó y me dijo que era viuda.

Entonces, le pregunté a la viuda por el muerto, pero resultó que ella poco recordaba.

La tragedia de no encontrar, le dije.

¿De no encontrar qué?, me preguntó.

De no encontrar eso justamente, le aclaré, de no encontrar lo que usted ha dicho. De no encontrar qué.

Ella no me contestó.

Como no se iba de mi lado sentí que debía decirle algo más.

Fui directo al grano:

Yo no soy el que cree, le dije.

Igual no me complica lo que usted crea, pero quería aclarárselo.

Gracias, me dijo, luego de un rato.

Poco después, tras unos minutos de silencio, se disculpó diciendo que tenía algo que hacer.

Nos despedimos con un gesto.

Un movimiento mínimo, digamos.

Ella se fue.

Caminaba lento y parecía, por sus movimientos, que buscaba algo.

La tragedia de no encontrar, pensé.

Da lo mismo qué, pero encontrar.

Ese es el origen de lo trágico.

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