domingo, 16 de octubre de 2022

Vaciar las alcancías.


Vacié las alcancías y gasté el dinero en nada trascendente.

Eran siete alcancías pequeñas, de un mismo diseño, que había comenzado a llenar con dinero, varios años atrás.

Todas ellas estaban repartidas por distintos lugares de la casa.

No muy lejos unas de otras, sin embargo, pues mi casa es ciertamente muy pequeña.

Las fui abriendo una a una, agrupando las monedas y llenándome los bolsillos para gastarlas poco a poco, en el diario andar.

Por lo mismo, no tengo recuerdos sobre ninguna compra importante, aunque el total de dinero reunido en ellas, no debe haber sido menor.

Cuando vaciaba una, simplemente seguía por la otra.

Sin desespero, ni ansiedad ni tampoco –debo reconocer-, con verdadera necesidad.

Ocurrió simplemente que tras abrir la primera lo lógico era que siguiera con las otras.

Era algo así como su curso natural.

Algo así como el inicio, desarrollo y cierre, de un texto.

O como eso que ya saben, que nos ocurre a los seres vivos, hasta llegar al final.

Tal vez por eso, me apenó un poco cuando comprendí, de pronto, que había vaciado las alcancías.

Que por años había depositado en ellas, y ahora las había vaciado, sin más.

Sin acordarme siquiera, como decía antes, en qué invertí su contenido.

En nada trascendente, acepté, mientras sentí que en una de ellas quedaba una última moneda.

Sorprendido, entonces, dudé si sacarla, o volver a empezar.

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