martes, 18 de octubre de 2022

Cuando se firmó el tratado.


Justo cuando quise ir a la guerra se firmó el tratado.

Les prometo que fue así.

Yo ya estaba listo, recién entrenado y dispuesto a dar mi vida por la patria.

(No la vida por mi patria, que es una forma incorrecta de decir).

Listo estaba, decía, pero justo entonces se firmó el tratado.

Observé videos, en tv, de hombres elegantes que conversaban amablemente, en un idioma común.

Estaban en torno a una mesa frente a un amplio documento, riendo mientras estampaban una firma.

Despreocupados, como si hicieran dedicatorias en un cuaderno escolar.

¡Qué desencanto más grande!

¡Qué desencanto más profundo!

¡Qué desencanto más injusto y extenso!

Y es que yo, ciertamente, me había entrenado con ahínco.

No solo con constancia, como todos, sino que me había preocupado de acabar con cada una de aquellas cosas cuya importancia no habría antes, puesto en duda.

De esta forma, corté los tendones que sostenían mis creencias, para que ninguna de ellas se mantuviera en pie, y quisiera de pronto llevarme forzado hacia algún sitio distinto al campo de batalla.

Pero claro… justo entonces se firmó el tratado.

Un papel amplio y lleno de signos cobardes y obsoletos.

Un papel amplio y final, como una mortaja.

¡Qué desencanto más profundo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales