domingo, 30 de octubre de 2022

¿No te enteras de nada, verdad?


I.

Sé que puedo estar equivocado.

Pero sé también que puedo acertarle.

Y dar a tientas con el interruptor ese que ponga en marcha aquel asunto.

No tengo suerte, es cierto, pero no siempre se necesita fortuna.

Ya ves que aquí estoy, después de todo.

A pasado tiempo –ambos lo sabemos-, pero no te he perdido de vista.


II.

Me dijiste que no me enteraba de nada.

Varias veces me lo dijiste.

Con tono afable, sonriendo, como si fuese un juego.

Así me lo decías.

Y claro, yo acepté –y hasta creí-, que era cierto.

Quise creer, entonces, que se me escapaban las mejores y las peores cosas.

Y acepté, por descarte, que solo me quedaba con las del medio.

¿Y sabes?, no estaba mal con ello, después de todo.

No estaba en riesgo, me refiero.

Es cierto.

Puede que tú, en todo caso, no te enteraras de aquello.


III.

¿Sabes?

Ni yo ni tú ni nadie, puede sentirse seguro, de aquello que sabemos.

Y hasta lo anterior, incluso, puedes fácilmente ponerlo en duda.

De todas formas, te cuento que yo al menos sé tu nombre.

Tú, en cambio, no supiste nunca por qué nombre llamarme.

Así, ocurrió que solo estuve ahí –a tu alcance-, mientras quise estarlo.

Luego, ya sabes qué pasó.

En otras palabras, no te enteraste quién era aquel que no se enteraba de nada.

Y justo entonces, por cierto, di con el interruptor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales