miércoles, 12 de octubre de 2022

Cada cierto tiempo.


Cada cierto tiempo se metía a lavar la piscina. Nadie se lo pedía, pero lo hacía de igual forma. Decía que la encontraba sucia, cuando le preguntaban. Era un acto noble, por supuesto, pero peligroso considerando su edad, por lo que siempre que descubrían que la había lavado se originaba una situación incómoda. La piscina, además, no tenía escalera (la piscina misma no se ocupaba hacía años), y presentaba varias dificultades para ingresar y salir de ella. Una vez, incluso, hacía tres o cuatro años, él se había caído y golpeado fuertemente, produciéndose una herida en la cabeza que no paraba de sangrar y debió ser atendido de urgencia, provocando gran susto a sus familiares.

Antes de la piscina, por cierto, tenía costumbres similares. Lo encontraban de pronto en el techo, revisando la posición de algunas planchas, limpiando canaletas o realizando cualquier otra acción, igual de riesgosa, por lo demás, considerando que en ese entonces ya bordeaba los ochenta años.

Con todo, las acciones eran de cierta forma necesarias. No urgentes, por supuesto, pero no podía decirse que estaban de más. Por lo mismo, reconvenirlo era hasta cierto punto injusto. Y él lo sabía.

Así, cuando conversaban con él y le decían que solo terminaría haciéndose daño, él concluía con una única frase. Enigmática y rotunda, aunque dicha siempre con un tono amable.

-El daño ya está hecho -decía.

Y luego se alejaba. Sabiendo que era cierto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales