sábado, 15 de octubre de 2022

Qué sentir.


Cuando lo cargas en la espalda, el amor es como un mono.

Me refiero a qué se aferra ahí, por su cuenta, sin necesidad que te preocupes realmente por cargarlo.

A veces incomodan un poco sus uñas o te sorprende enredando su cola y desequilibrándote un poco.

Incluso puede ocurrir que dé vueltas sobre tu cabeza y te haga algún arañazo o te tape la vista, y debas tomarlo firmemente y volver a ponerlo en una posición más fácil de cargar.

No puedes molestarte, por supuesto, con un amor que es como un mono, por comportarse, justamente, como un mono.

Debes entender que chille, aceptar que se incomode, que te robe la comida cuando te llevas algo a la boca y que parezca siempre exigir nuevas rutas.

Como aspecto positivo, puedes considerar que no pesa tanto, al ser como un mono.

Además, al ser movedizo, el peso no se estanca en un lugar, como con un bolso de correa.

Tan ligero puede ser que, si te descuidas –bajo un árbol por ejemplo-, él puede alejarse de improviso y subir por las ramas, sin que debas preocuparte, por si quiere regresar.

Caminarás sin él, desde entonces, no necesariamente más liviano.

Y de vez en cuando, en las esquinas, tocarás con tus manos las marcas de sus rasguños, sin estar seguro qué sentir.

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