jueves, 6 de octubre de 2022

Había un récord.


Descubrió que había un récord de la distancia recorrida por una persona al interior de una rueda. Personas que se metían dentro de ruedas gigantes y luego las hacían rodar, generalmente por una pendiente hasta que la rueda se desbalanceaba y terminaba por voltearse tras perder velocidad. Al parecer, que la rueda solo fuese impulsada en el inicio de su movimiento era parte importante de los requisitos para ese récord. Ese récord que ahora él, estaba dispuesto a batir.

A diferencia de lo que algunos pensaron se tomó en serio aquel asunto. De hecho, a los dos días de conocer el récord consiguió una llanta lo suficientemente grande como para caber dentro. La llevó hasta una parcela que tenía un amigo en las afueras de Santiago y cada fin de semana iba a entrenar, metiéndose dentro y rodando por una leve inclinación del terreno. Así, aprendió técnicas para sujetarse firmemente dentro del neumático. Y fue acostumbrándose a la sensación de mareo que lo hizo vomitar y tener fuertes dolores de cabeza durante sus primeros intentos.

Lamentablemente, cuando ya había comenzado a entrenar en una ladera más inclinada tuvo un gran accidente. La llanta en la que él iba se desvió del camino y terminó cayendo por un barranco irregular, golpeándose fuertemente contra unas piedras que había al fondo y terminando así con varias fracturas en sus extremidades y, entre otras cosas, un daño severo en la columna.

Luego de esto, estuvo con coma inducido durante poco más de tres semanas, hasta que recuperó su consciencia. No podía hablar bien y de vez en cuando perdía el hilo de las conversaciones, pero para la gravedad de lo ocurrido, mejor valía no quejarse.

Años después, desde su silla -nunca recuperó totalmente la movilidad de sus piernas-, escribió un libro sobre algo que supuestamente había comprendido del mundo, mientras giraba a toda velocidad al interior de la rueda.

Yo fui el encargado, por cierto, de revisar algunos elementos del libro, principalmente estructurales.

Extrañamente, días después que el libro fuese llevado a imprenta, alguien se contactó con el dueño de la editorial y pagó por toda la tirada de aquel texto, impidiendo que llegase a librerías.

Quien lo escribió, por otro lado, murió de un derrame cerebral algunos meses después.

De esta forma solo yo, que sepa, quedé con una copia.

Lo que él comprendió de mundo, mientras giraba dentro de la rueda, fue lo siguiente:

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