domingo, 21 de agosto de 2022

Una chica extraña en la azotea.


I.

Todo empezó con una chica extraña en la azotea de un edificio.

Vi que arrastraba un animal que arrojó desde la altura.

Creo que se trataba de una cabra.

No vi el cuerpo, pero eso me contaron los vecinos.

Ellos, por cierto, no vieron a la mujer, no sospechaban de nadie.

Pensaban, simplemente, que la cabra saltó por su propia cuenta.

Igualito que los cerdos de la biblia, decía la anciana del segundo piso.

Así, sin acusaciones ni sospechas, tampoco hubo investigación sobre el hecho.

Simplemente recogieron y botaron el cuerpo.

Yo preferí guardar silencio.


II.

Días después me encontré a la chica extraña en una panadería.

Era un local pequeño, a pocas calles de distancia.

Compró pan integral, según recuerdo, apenas un par de unidades.

Debe vivir sola, pensé yo.

Probablemente nadie sepa que ha provocado la muerte de una cabra.


III.

La seguí ese día hasta una casa que creía deshabitada.

Estaba en malas condiciones y no contaba con luz eléctrica.

Como no se percató, me quedé un rato más, cerca del lugar, observando.

Tras pasar varios minutos comprendí, sin embargo,
que no sabía bien qué era aquello que observaba.

Estoy rodeando algo que ya sé, me dije.

Algo que ya sé y no puede saberse de otra forma.

De regreso, entonces, decidí subir también a la azotea de aquel edificio.

Nadie me detuvo.

Una vez ahí, me senté a llorar.

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