miércoles, 24 de agosto de 2022

Donde se fue el gato.

I.

-No estar acá -dijo ella, terminando su discurso-. Me gustaría ir donde se fue el gato.


II.

Horas después bebimos juntos. Conversamos de varias cosas. Ella estaba alegre, otra vez, y su actitud parecía muy distante a aquella que sostuvo mientras expresó su discurso.

Yo todavía les daba vueltas a algunas de sus palabras. No tanto al significado, en todo caso, sino que las hacía sonar, como monedas en un bolsillo.

-¿Te puedo hacer tres preguntas cortas?-, dije entonces, cambiando el tono.

Ella accedió.

-¿No sabes dónde está el gato, cierto? -pregunté.

-No -dijo ella.

-¿Tampoco te interesa encontrarlo, supongo?

-Tampoco -contestó.

Yo me quedé en silencio.

No hubo necesidad de formular la tercera.


III.

Su discurso puso fin a una relación extraña en la que yo no estaba envuelto.

Aun así, tras escucharla, sentí que incluso a mí, sus palabras terminaron separándome de algo.

Era la segunda vez que la escuchaba hablar en serio y hasta el momento, ha sido también la última.

Después de aquello, nos vimos un par de veces, brevemente, hasta que terminamos perdiendo el contacto.

Unos amigos en común me cuentan que la ven, de vez en cuando, y que sigue siendo la misma.

No mienten, por supuesto, o no al menos voluntariamente.

Yo, involuntariamente, sí lo hago.

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