jueves, 4 de agosto de 2022

Los pies sobre las rocas.


Los pies sobre las rocas.

Esa era su condición.

Solo hablaría seriamente con los pies sobre las rocas.

No dio explicaciones, pero había rumores de que antaño se hacía de esa forma.

Fuimos con él, entonces, hasta un sector con grandes rocas, que él nos indicó.

Un lugar común, dentro de todo, solo que tenía un pequeño roquerío sobre el cual nos dispusimos a hablar con él.

Una conversación simple, le dijimos, lo más natural posible.

No es que mintiéramos, pero también es cierto que llevábamos un gran número de preguntas para abordar los temas que verdaderamente nos interesaban.

La muerte de su hijo.

Sus años en el seminario, hasta que abandonó.

El alcoholismo y los problemas con drogas.

Los últimos años, en rehabilitación.


Dos horas hablamos, finalmente.

Lo hicimos de pie, sobre las rocas.

Descalzos, como nos indicó.

Sin aparatos para grabación directa.

Intentando comprender, tomando uno que otro apunte, observando.


Él, por cierto, ni siquiera nos miró.

Contestó siempre con un tono neutro, aunque firme.

No evitó tema alguno.

Era igual que todos, pensé, solo tiene más certezas.

Carga con ellas, incluso.

No lo complican los hechos, sino aquello que sabe.


Cuando terminamos de hablar nos preparamos para volver.

Nos pusimos calcetines.

Enfundamos nuestros pies.

Sentí el piso menos firme, cuando descendimos de las rocas.

O tal vez llevaba un peso, que no cargaba antes.

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