sábado, 27 de agosto de 2022

Otra lista.


Me desperté con ganas de hacer otra lista.

Esta vez, una lista de cosas que había olvidado.

Por supuesto, al poco rato, comprendí que aquello era imposible.

Del todo imposible.

Mientras asimilaba esto, sin embargo, numeré el interior de aquella hoja.

Un número en cada línea.

Creo que llegué hasta el veinte, o el veintidós.

Luego observé la hoja y los números en la hoja.

Y pensé.

Deben existir muchas más cosas que he olvidado, pero veinte o veintidós alcanza.

Decidí, entonces, solo anotar esas cosas olvidadas que pudiesen resultar significativas, o tener un valor importante, al menos para mí.

Fue recién entonces, tras intentar recordar estas cosas, que comprendí el absurdo de mi empresa.

Tras comprenderlo, mi primera reacción fue reírme de mi mala idea, pero casi de inmediato me inundó una sensación que podría considerarse de tristeza, ante la lista vacía de cosas olvidadas.

Ahora, pensé, acordarme tan solo de una cosa de relativa importancia, podría arrojar buenas sensaciones.

Y sí que necesito buenas sensaciones.

Lamentablemente, aquellas cosas olvidadas siguieron olvidadas y por más que busqué no logré dar sino con otras cosas que siempre estaban ahí, flotando dispersas en el agua.

Poco después, doblé finalmente la lista vacía y me decidí a enterrarla.

Ahí bajo tierra, me dije, sin ser vista, estoy seguro que en ella aparecerán esas cosas que no pude escribir directamente en ella.

Cuando hube terminado, un silencio extraño se apoderó de todo.

He aquí ese silencio:

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