miércoles, 31 de agosto de 2022

Un tren se detiene.


No llegaron ese día.

Habían tomado el tren y nevó, así que detuvieron el viaje por cuestiones de seguridad.

No nevaba en el lugar hacía doce años.

Llamaron para avisar sobre el retraso, pero sintieron que les contestaban fríamente.

Esto les molestó.

No la nieve ni el retraso sino la forma en que reaccionaron cuando contaron su problema.

Pensando en lo ocurrido, comentaron entre ellos que tal vez no les creyeron.

Por lo mismo, sacaron fotos desde el tren y hasta grabaron un video en el que un guardia hablaba sobre lo ocurrido.

Luego enviaron las fotos y el video, para demostrar que era cierto.

Poco después, el dispositivo mostró que lo enviado había sido visto, pero no recibieron comentario alguno.

No aparecemos en las fotos, se dijeron.

Tal vez pensaron que conseguimos aquello en otro sitio y que no realizamos el viaje.

Discutieron luego sobre si tomar o no otras fotos en que ellos aparecieran, dentro del tren.

Fotos en que se notara que estaban en el tren en este instante, y que estaba detenido.

Mientras buscaban un ángulo que facilitara lo anterior, algo los detuvo, o detuvo sus ánimos.

Se miraron.

Apagaron las cámaras de sus celulares.

Desistieron, digamos, sin decir palabra.

Fue como si de pronto nevase también, dentro de ellos, y el tren que los impulsaba también se hubiese detenido.

Volvieron a sus asientos.

Llegando a la próxima estación, nos devolvemos, acordaron.

Afuera, había parado de nevar.

Poco después, el tren volvió a ponerse en marcha.

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