viernes, 19 de agosto de 2022

Tenerlo todo (mejor o igual que yo)


Era su turno de hablar.

Siempre era su turno de hablar.

Es lógico, dijo entonces. Como el día comienza a ser más largo las noches son más cortas. De eso no te puedes quejar. Lo bueno es que existe equilibrio, al menos, y todo suele a ajustarse, finalmente, en un mismo lugar. Me refiero a que nunca cabe la misma luz y oscuridad de forma exacta, en un mismo sitio. Pero ver inalterables las proporciones externas de ese sitio, es algo que suele tranquilizar.

Mientras me hablaba, pensé que mentía, pero lo dejé seguir.

No digo que debas tranquilizarte, siguió. No digo que tú, específicamente, debas tranquilizarte. No es eso. Hablo más bien de cosas generales, observaciones reiteradas, incluso, que suelen repetirse de lugar en lugar. Como esas advertencias, por ejemplo, respecto a que no puedes tenerlo todo. Creo que leí algo parecido incluso en un poema infantil: Tus manos son pequeñas, decía, y en los ojos nada, finalmente, se puede guardar.

Seguí en silencio. Escuchaba molesto, lo admito. Pensaba en qué quería decir con eso de no poder tenerlo todo. Tal vez quería confundirme y luego…

No quiero confundirte, me interrumpió. Probablemente piensas eso. Sin embargo, hablo solo del día y de la noche y del espacio que comparten. Ese es el todo, simplemente, al que podemos acceder. El equilibrio forzado ayuda un poco a frenar nuestros deseos y a eso hay que atenerse. Tú lo sabes mejor o igual que yo.

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